Benedicto XVI

Tras su visita, habló de los horrores del Tercer Reich. También recordó a las víctimas, al pueblo polaco y a sus conciudadanos alemanes. Pero lo más impresionante es que se dirigió directamente a Dios y dijo: "¿Por qué, Señor, has permitido esto?". Buena pregunta.
A lo mejor, cuando el Partido Nacionalsocialista accedió al poder, un profeta tendría que habernos advertido de los horrores que se avecinaban... A lo mejor, cuando empezó la expansión militar de Alemania, la Virgen tendría que habernos explicado lo que ocurría... A lo mejor, cuando se aplicó la solución final, Dios tendría que habernos mostrado las imágenes de la muerte...
Nubes negras tapan el cielo. El viento azota. Los rayos no cesan. El océano desata su furia. Los animales enloquecen. El mundo sumido en el caos. De pronto, una luz cegadora atraviesa la oscuridad. Desde las alturas, una presencia tranquilizadora y amable se dirige a nosotros: "Hijos mios, soy vuestro Dios. El Dios de los cristianos y de los musulmanes. El Dios de los judios y de los budistas. He venido para detener la barbarie".
Supongo que es lo que Ratzinger esperaba. Yo, que no tengo tanta fe, me hubiera conformado con que la Iglesia denunciara el holocausto. Lo denunciara y lo combatiera con todos sus medios. El propio Benedicto XVI, que formó parte del ejército nazi al final de la guerra, podría haber hecho algo por evitar la tragedia.
La verdad es que, en asuntos religiosos, soy analfabeto integral. El Papa conoce estos temas mucho mejor que yo. Seguramente, por eso sabe que es más fácil que se aparezca Dios y nos dé un rapapolvo, que la Iglesia denuncie la barbarie.
